miércoles, 28 de junio de 2023

"Mujeres de boca grande que saben ser bosque", de Marta Marco Alario. (Reseña de Miguel Giner para Guadalajara Diario).




Hay poemarios que se dejan la piel buscando que sus versos transmitan consignas para cambiar la sociedad, libros que a la larga abandonan en el camino todo lo literario en un intento de hacer prevalecer lo puramente reivindicativo, utilizando a la poesía como un medio más, a la que acaban probablemente deteriorando – a sabiendas o no -. Hay, sin embargo, obras que siendo completamente comprometidas, logran mantener una calidad literaria impecable. Este es el caso de Mujeres de boca grande que saben ser bosque, un libro de poemas escrito por Marta Marco Alario y editado con Huerga y Fierro Ed. esta primavera, un poemario que me ha interesado mucho, ya desde el sugerente y extenso título, porque nos enseña, entre varias otras cosas, que la poesía combativa también puede ser lírica, íntima, sensorial, sin necesidad de perder nada de arte en el intento.

Y en efecto, el despliegue de recursos que esta autora pone en marcha en Mujeres de boca grande que saben ser bosque es monumental. Son recursos que utiliza con una intención fundamental: la de mantener un ritmo frenético en su obra porque para reivindicar lo que ella reivindica, desde su hartazgo, desde su voy a petar pero tengo que mantener el tipo, se necesita ritmo y musicalidad, con el fin de dar al conjunto fuerza en todo aquello que se pretende transmitir.

¿Y cómo lograr ese ritmo y esa musicalidad? Pues Marta Marco Alario lo consigue de una forma muy clara: utilizando variados recursos del lenguaje poético como son la repetición - de acertadísimo y constante empleo -, la aliteración, la anáfora y los paralelismos, licencias infalibles en cada poema, licencias que combina la escritora con otras, como las metáforas de personalísimo sello, las genuinas imágenes, el símbolo e incluso la alegoría, un conjunto de recursos que pretenden añadir a los del ritmo y la sonoridad, la construcción de un mundo ficticio que logra ponerse inmediatamente en contacto con una realidad, a veces incómoda o incluso trágica, usando como puente el lenguaje coloquial, una bajada a la vida real que consigue con las extraordinarias personificaciones, animando mágicamente lo inanimado, otro de los grandes fuertes de la poeta porque se trata de transformaciones exquisitas, arriesgadas, porque se trabaja con conceptos abstractos ("la paciencia agazapada detrás de la lavadora"), denotando una alta creatividad, como la que se descubre en uno de los poemas, "Acacias", que es, como otros, un canto de combate feminista en el que las mujeres reivindican un trato igualitario frente al egoísmo y la discriminación machista que intenta arreglar sus torpezas con ridículos rituales de redención.

Todo esto va haciendo que no tengamos la sensación de estar leyendo un libro puramente social: la poeta, que no se olvida de lo cotidiano, quiere llegar a sus receptores también con lo onírico en muchas ocasiones, brindándonos un hermoso poema-libro, un libro que a la vez que crea belleza propone riesgos, transgresiones que se entienden leyendo textos como "Sicómoros": "si caminara sobre un cable / lo haría sin red / como todo lo que hago / a lo bonzo".

He leído, por tanto, un poemario muy bien escrito y estructurado: cada poema es un árbol que compone un bosque, un microcosmos cargado de simbolismo en lo que se refiere a la lucha de las mujeres desde la Literatura contra la injusticia machista. Cada poema es aquí un árbol distinto del bosque donde habitan a menudo bocas diversas, mujeres diversas, distintas escritoras grandes de bocas grandes que dejaron huella en la autora, como lo fueron Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storni, Anne Sexton, Alejandra Pizarnik o Delmira Agustini.

Se trata, insisto, de un gran poemario de lucha que habla de mujeres en todas las facetas, mujeres que tienen la boca muy grande y el miedo cada vez más pequeño, como nos dice nuestra escritora en Cercis, poema cuya última estrofa da nombre a la obra; mujeres que mientras se ponen a cubierto del enemigo, bailan en la retaguardia, reivindicando así poder disfrutar de la vida sin miedo a las agresiones del sistema, en igualdad de condiciones.

¿Y cómo hacer esto a través de un poemario? A veces, Marta Marco invita en la obra, de forma ficticia, a una huida hacia adelante, a la desaparición en la sombra, como si el grito que acompaña a la lucha reivindicativa de las mujeres frente al abyecto machismo se silenciara un instante, descansara para tomar nuevas fuerzas, para construir una palabra que funcione como instrumento de una lucha feroz, sin tregua, que en ocasiones busca el poder terapéutico del refugio en un bosque sanctasantórum tras lo complejo del mundo. (Catalpas).

Mujeres de boca grande que saben ser bosque es uno de esos poemarios claramente imprescindibles, porque alenta a sus lectores a un feminismo necesario, a una lucha social valiente y constaste, de ritmo frenético, sin descuidar en ningún momento la calidad literaria.

José Miguel Giner Aguilar - Valmojado (Toledo), 25 de mayo de 2023

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