lunes, 12 de marzo de 2018

Honor mentoris

A él le debo mi estreno en el mundo de la docencia, hace ahora treinta y dos años. En aquel tiempo era coordinador de los Cursos para Extranjeros de la Universidad de Málaga, dirigidos por Salvador Montesa. Confió en mí como sustituto de un profesor que por entonces se encontraba unos días de baja. Creo que no le decepcioné porque unas semanas después acabé con un contrato que se prolongaría cinco años en el tiempo, concretamente hasta mi marcha a Japón en 1994. En los muchos días en que fui su compañero de trabajo tuve la ocasión de conocer su llamativa personalidad: era un hombre de una gran vitalidad, enérgico, rotundo en sus decisiones y amante emocionado no solo de la divulgación literaria, sino de cualquier disciplina humanística que por medio se le pusiera, en la que inmediatamente destacaba, sin ninguna duda, por encima de muchos eruditos especializados. Fue quizás esto ultimo y de ninguna manera su clara orientación política conservadora lo que le pudo llevar al rechazo parcial de un sector importante de la aristocracia intelectual de la ciudad, unido a ciertas polémicas con personalidades concretas de diversos ámbitos y cortijillos.
Pero esas son circunstancias que uno debe obviar en cualquier homenaje particular a un ser apreciado. Me quedo entonces con esos grandes hechos suyos y con su enorme caudal pedagógico (era, ante todo, un pedagogo con una capacidad de lectura solo propia de algunas divinidades mitológicas) caudal por el que navegaron, con viento favorable, todas sus magníficas enseñanzas. Que la tierra le sea leve.

A la muerte del profesor universitario y crítico literario don Antonio Garrido Moraga, ocurrida en Málaga, el 15 de enero de 2018.

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