lunes, 15 de mayo de 2017

Relecturas

Me apasiona releer libros que en su tiempo me impactaron de alguna manera; me gusta hacerlo aún más si se trata de libros de segunda mano, polvorientos, libros de librería de viejo, libros, por descontado, que leyera alguna vez en alguna biblioteca o tomara prestados de las estanterías de cualquier amigo o sencillamente adquiriera (difícilmente) en aquellos tiempos en los que no tenía ni una peseta.

En estos momentos disfruto de ese gozoso ejercicio: llevo unos días leyendo genialidades de Borges -me las leí casi todas en aquel tiempo, como era preceptivo-.

Las cuatro de la mañana, sí, y sigo devorando esta valiosa copia del genio argentino.

Me paro en alguna voz nativa, tal vez guaraní, y la anoto (‘chúcaro’). Está curiosamente subrayada -yo también recuerdo haberla subrayado entonces, en aquella primera lectura de juventud, dicho sea de paso -. Veo que, además, es la misma edición de Losada, de ese asombroso ejemplar de “Historia Universal de la Infamia”.

Ha pasado una hora más, las cinco. Termino la obra. Cierro. Procuraré dormir un poco; tengo que estar fresco para la clase de Literatura Universal de mañana a primera hora. Pero hay algo que me llama la atención y me detengo un instante, robándole cinco minutos más a mi desgraciado sueño: el antiguo dueño de este libro firma su exlibris al final de la obra. Yo también tenía la manía de firmar los exlibris al final de los libros. Gran casualidad: “Málaga, 17 de febrero de 1986. Miguel Giner.” ¡Este libro me perteneció hace 30 años!


Me hubiera gustado tener una tremenda biblioteca, tan inmensa como la tucumaniana librería del padre del autor. Pero la realidad era bien distinta, aquel día, como tantos otros, había quedado con los compañeros de curso para charlar sobre el último premio ... y había que sacar algún dinero de donde fuera para pagar al menos una ronda de chatos en la taberna de turno y quizá, por ello, aquel libro (ya no recuerdo si comprado o con el sello de la biblioteca municipal) fuera empeñado con urgencia imperante en la vieja librería junto a la facultad, de donde quizás nunca habría vuelto a salir.

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